martes, abril 03, 2012



Por Cristian Zúñiga

Las últimas primarias DC dejaron como candidato al municipio porteño de la falange al carismático y polémico ex alcalde Hernán Pinto. En un proceso calificado como ejemplar por el presidente de ese partido, Ignacio Walker, en la ciudad de Valparaíso 3600 personas votaron y otorgaron cerca de 3 mil votos al ex edil, versus 576 que obtuvo su contrincante Olmedo. Estos votos corresponden aproximadamente al 5 % de votantes de esta ciudad (padrón antiguo)
Lo cierto es que el otrora “cacique de los cerros porteños” nuevamente cae en la trampa tendida por algunos de sus “eternos” camaradas, quienes conociendo la insaciable gula de poder que aprisiona al pintoresco ex edil, le vuelven a lanzar pirotecnia electoral a partir de las poco rigurosas encuestas realizadas por la Universidad Católica de Valparaíso, misma que el año 2008 anticipaba una holgada victoria de Aldo Cornejo en su reelección a la municipalidad.
Por otro lado, los conocedores de las transversales operaciones políticas porteñas, se refieren a la candidatura de Pinto, como una subterránea operación que busca resguardar los oscuros negocios y aparatajes instalados en Valparaíso por una diversa fauna política renuente a cruzar las aguas de los nuevos tiempos.
Pero más allá de los guarismos especulativos y la búsqueda de reanimadores de cadáveres, este regreso otorga la oportunidad inmejorable a los ciudadanos porteños de acertar un disparo definitivo a figuras que representan aquellas viejas y mañosas prácticas de ejercer política. La derrota de Pinto en las próximas primarias de la concertación ( 1 de abril próximo), no solo echarían a suelo su fama de patrón de los cerros, sino que además, sepultarían el reinado de la oxidada política clientelista instalada hace 20 años en esta ciudad.
En momentos propicios para comenzar una conversación macro en torno al futuro económico, cultural y educacional de Valparaíso, con vista al pacífico sur, liderando una integración regional y enlazada con Santiago, nos reaparecen desde el fantasmagórico horizonte del pasado reciente, figuras con agotada credibilidad a nivel nacional, para quienes bingos y oncecitas pesan más que propuestas robustas.
Una ciudad que ha vivido 20 años en medio de una crisis ramificada, no resiste una elección más sin que sus ciudadanos decidan en pos de una nueva ética que gobierne de manera transparente, participativa, seria y profesional el futuro. Llegó el momento de optar por la ruta a seguir, el turno es de los porteños que voten a conciencia y no por acarreo. Más aún, considerando que la próxima elección, abrirá la puerta a miles que actualmente no están inscritos en los registros electorales.

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