lunes, abril 09, 2012



Por Cristian Zúñiga

Valparaíso se quema, se vende, se arrienda, se oxida, se pudre, se jode. Valparaíso es el joven-viejo que aún vive del nostálgico recuerdo de aquella borrachera de principios del siglo XX, repleta de marineros, prostitutas, europeos y comerciantes. Valparaíso es el eterno joven mantenido por el padre. “Valparaíso me aplasta”, cantan los despechados. “Valparaíso se extraña hasta llorar”, exclaman los exiliados del hambre.
En Valparaíso se pintan fachadas, pero no se regularizan instalaciones eléctricas, cornisas o maderas putrefactas. Valparaíso es Avsolomovich, Murillo, Tiqui-Tiqui, el Gordo, el Negro o el CORE amado por todos los anteriores. En Valparaíso lo único que no se quema, es el negocio de la basura, pues la basura es un tema. Y como todo buen tema se paga a buen precio, y a veces, se cobra por caja en bolsas de basura. Valparaíso y su justicia desvendada (véase monumento en plaza de la Justicia) .
Valpo se debate entre puerto o mall, cemento o tierra. Como sea, la desesperación nubla la vista y da paso a la urgencia facilona con sus apuestas “cementísticas” de arquitectos derrotados. En Valpo los eufemismos son espíritus burlones: basta de tonteras, la Feria de las Pulgas, es feria del despojo, donde el primer y segundo quintil ofrece a grito pelao sus rastrojos.
Valpo museo, Valpo prostíbulo, Valpo cesante, Valpo mal educado, Valpo perdido. Porque tu piedra fundacional debe andar extraviada en algún escrito de prostituta del siete espejos. Por ahora, te reconstruyen a ritmo kitch y pachanguero. Fiesta, fiesta, fiesta, si te quieres salvar, huid cuanto antes.
La madrugada del jueves recién pasado, el fuego destruyó nuevamente un edificio patrimonial. Esta vez la llama tocó al emblemático IPA, refugio de la cultura popular porteña (esa que no se piensa ni hace para snobs ni turistas) y punto de encuentro de porteños no hipnotizados por batucadas ni changalangismos varios. El fuego vuelve a castigar al puerto remolón y si no es el fuego, serán las termitas.
No me pidan optimismo, no me pidan propuestas, hoy no me pidan coherencias. El dolor no se disfraza, la rabia no se contiene. Basta de saltimbanquis del fracaso, las cosas como son: la ciudad se cae a pedazos. Si hasta el patrono poeta amaba a Valpo con versos ofensos: “Que disparate eres, que loco, puerto loco, que cabeza con cerros, desgreñada, no acabas de peinarte, nunca tuviste tiempo de vestirte… siempre te sorprendió la vida, te despertó la muerte en camisa, en largos calzoncillos”.

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