miércoles, octubre 03, 2012

El debate de los candidatos porteños ( o que la suerte nos acompañe)




Por Cristian Zúñiga

Estoy en Santiago, después de una ardua jornada en la capital, coordino un encuentro pos laboral con uno de mis mejores amigos. El hombre es periodista con pretensiones republicanas y me convoca al tradicional local la Unión Chica. A esa hora, la casa de gobierno y sus alrededores, son enrejados y solo queda un pasadizo abierto para entrar a ese local de poetas, viejos corredores de bolsa, abogados y periodistas de economía o política.

Lo primero que hago al entrar a este boliche, es compararlo con el porteño local Moneda de Oro. Mi amigo reclama que no joda, que no compare, que termine con mi chovinismo de puerto. Se suman más colegas de mi amigo a la mesa. Después de conversas, pelambres y análisis sesudos de la realidad que nunca cambiaremos desde nuestros cobardes sitiales de clase media subordinada, pasamos al comedor de aquel tradicional local para zamparnos unos sanguchotes. En eso estábamos, cuando de pronto en pantalla (en TVN) aparecen los candidatos a alcalde por Valparaíso protagonizando un debate transmitido para todo Chile.

El compañero Yuri y su traje de Che Guevara representando al PRI.  Pancho Marín y su bigote de Pancho Villa representando a (partido) Iguales. Carlos Jhonson y su traje de cantante del Cinzano, representando al partido Humanista. Jorge Castro y su increíble parecido a Pedro Mesone, representando a la derecha (Alianza). Jorge Bustos, el candidato portuario representando al PRO y Hernán Pinto (increíblemente resucitado por la concertación) representando a la Concertación más el PC.

Termina la presentación de los candidatos y mi amigo y sus amigos lanzan una carcajada desgarradora. Y no de borrachos, es más, hasta ese instante parecían más bien con migraña y mal humor. Pero el espectáculo de la TV era dantesco. O peor aún, el debate a ratos, se asimilaba a una película de entreguerras con enanos, freaks y demases o a un sketch de Morande con Compañía.
  
Era primera vez que me avergonzaba de ser porteño. Los tipos de la barra también reían. El cantinero también reía. A esa hora todo el bar santiaguino reía a carcajadas con el debate de los candidatos de Valparaíso. Ni el más surrealista de los directores de cine europeo hubiese logrado tal momento. Yo quería escapar. Qué iba a defender. Solo atinaba a decir que era lo que había y que la gente estaba presa de aquello. Las carcajadas continuaban estallando en mi cara.

Yuri hablaba de ollas comunes para mejorar la educación. Pancho Marín discurseaba al mejor estilo de Chávez, pero sin petróleo. Castro mostraba un grafico que parecía hecho por alumno de cuarto básico. Pinto con su risa picarona, decía que apoyaba a los estudiantes (habría que preguntarse de qué forma, replicó mi amigo). A esa hora solo Bustos y Johnson salvaban la noche.

Mi avergonzada cabeza ya no daba para analizar propuestas. Sabía que lo que ahí estaba ocurriendo, era también culpa mía. Es cómodo desde el Twitter o desde el Facebook. Otra cosa es con guitarra. Pero ¿quién se anima en este contexto? ¿Quién garantiza nuestra sanidad mental si es que optamos a participar de la política partidista porteña?

Y es que Valparaíso ha terminado transformándose en un pueblo delirante. Su imaginario de Nápoles sudaca a cooptado a la razón y lo que es peor, ha terminado por hacer de sus ciudadanos personajes de comic. Si hasta los quiltros adquieren perso. Eso es pulento me dirá usted, totalmente de acuerdo. Hasta maravilloso podría replicar yo. Pero cuando se trata de administrar más que el aseo y ornato…Cuando tienes educación, patrimonio, desarrollo económico, laboral y salud en manos de gente ida de lo real  o con prontuarios de grueso calibre, la cosa deja de ser simpática y se transforma en un peligro.

 Si fuera creyente terminaría con un “Dios nos pille confesados”. Pero como no lo soy ni por el lado, no me queda más que concluir con un “Que la suerte nos acompañe”.

No hay comentarios.: