Por Cristian Zúñiga
La
imagen del día: carabineros de fuerzas especiales desalojando colegios en toma
y un hiperventilado alcalde de Santiago, con el respaldo del gobierno,
proponiendo ubicar a la fuerza pública de punto fijo en las afueras de
establecimientos educacionales para evitar futuras ocupaciones. El estado
develando su terror hacia esos adolescentes con corbatas. Esos que hace rato
despertaron y se organizaron para cuestionar un modelo no solo económico, sino
que de vida.
Los
pingüinos vuelven a desteñir sus plomos y grises uniformes con el colorido de
la rebelde alegría. Una alegre rebeldía que no solamente busca las mejores
condiciones para entrar a la U, no señor. Para la mayoría de
ellos, la U es un reducto aspiracional. Es la continuidad del
lava-cerebros proporcionado por el país de las materias primas, la
especulación y el todopoderoso derecho: Mano de obra extractora, administradora
o abogada del modelo. Como lo dijo la presidenta de la ACES, Eloísa
Gonzáles (Comandante Zanahoria)“no queremos más PSU”. Los chicos ven a la
Universidadcomo un bien suntuario, donde se busca el ascenso social a partir de
carreras propuestas por los dueños de esta multitienda llamada Chile.
Los
pendejos se rebelan ante un modelo donde carpinteros, albañiles, pintores,
zapateros, costureros, remenderos y oficios varios, continúan en el escalafón
social del “ pobrecito sin título”. Porque el modelo sabe que el
pueblo con oficios destruye al modelo. El pueblo con oficios se construye
casas, las repara, hace su ropa, arregla sus zapatos e imprime sus
diarios. Entonces el centro de la república deja de ser el consumo. Por eso
vale más maquillar la sumisa inutilidad del profesional chileno, con un
grandilocuente cartón enmarcado en alguna cool y meritócrata pared de fonolita
Easy, que joder el negocio de la producción en serie.
Porque
los estudiantes ya cacharon que en las universidades se enseñan las teorías de
los que han diseñado el sistema de las desigualdades. Esos que estudian en USA,
se las aprenden al dedillo y luego vuelven armando cátedras y pauteando a
gobernantes de turno.
Los
estudiantes saben que el médico estudia para cumplir el sueño de la casa en
Vitacura y el auto del año.
Los estudiantes saben que el abogado aprenderá de
memoria los versículos de la biblia portaliana. Los estudiantes saben que el
profesor terminará como un frustrado gendarme de buen hablar y que el ingeniero
buscará aniquilar ríos y extraer minerales para llenar bolsillos de
transnacionales. Los estudiantes intuyen que la universidad, es el alma mater
de un satánico Jaguar de hule Chino.
Y quizás
Zalaquet( a quien Kramer deja como un bonachón tipo en su última película)
tiene razón: Las tomas son focos de jolgorio y lujuria. El regimiento del mal
saber convertido en un imperio de niños. Pero no de niños hambrientos buscando
comerse unos a otros como en el señor de las moscas. Sino que niños con
ganas de gritar, crear, amar y desobedecer a sus mayores.
Niños que quieren
abolir la gerontocracia, el actual reinado de los viejos. Niños descubriendo
que dios es como el viejito pascuero y que la existencia no es más que un
divertido misterio devenido del caos. Niños descubriendo las mentiras de los
adultos.
Por eso
es que los pingüinos resultan peligrosos, porque pretenden emprender la
revolución cultural, cuestionando el consumo y cobijando a la creación y
solidaridad en sus corazones. Los pingüinos saben que los viejos llegaron al
mirador de la madurez y optaron por las comodidades del statu quo,
convirtiéndose en melómanos de un casino en ruinas.
Los
pingüinos saben que la educación chilena, no es más que una guardería
neoliberal. Los pingüinos no quieren sostener más el coercitivo peso de la
noche.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario