martes, octubre 02, 2012

La revolución de las guarderías




Por Cristian Zúñiga

La imagen del día: carabineros de fuerzas especiales desalojando colegios en toma y un hiperventilado alcalde de Santiago, con el respaldo del gobierno, proponiendo ubicar a la fuerza pública de punto fijo en las afueras de  establecimientos educacionales para evitar futuras ocupaciones. El estado develando su terror hacia esos adolescentes con corbatas. Esos que hace rato despertaron y se organizaron para cuestionar un modelo no solo económico, sino que de vida.

Los pingüinos vuelven a desteñir sus plomos y grises uniformes con el colorido de la rebelde alegría. Una alegre rebeldía que no solamente busca las mejores condiciones para entrar a la U, no señor.  Para la mayoría de ellos, la U es un reducto aspiracional. Es la continuidad del lava-cerebros proporcionado por  el país de las materias primas, la especulación y el todopoderoso derecho: Mano de obra extractora, administradora o abogada del modelo. Como lo dijo la presidenta de la ACES, Eloísa Gonzáles (Comandante Zanahoria)“no queremos más PSU”. Los chicos ven a la Universidadcomo un bien suntuario, donde se busca el ascenso social a partir de carreras propuestas por  los dueños de esta multitienda llamada Chile.

Los pendejos se rebelan ante un modelo donde carpinteros, albañiles, pintores, zapateros, costureros, remenderos y oficios varios, continúan en el escalafón social del  “ pobrecito sin título”.  Porque el modelo sabe que el pueblo con oficios destruye al modelo. El pueblo con oficios se construye casas, las repara,  hace su ropa, arregla sus zapatos e imprime sus diarios. Entonces el centro de la república deja de ser el consumo. Por eso vale más maquillar la sumisa inutilidad del profesional chileno, con un grandilocuente cartón enmarcado en alguna cool y meritócrata pared de fonolita Easy, que joder el negocio de la producción en serie. 

Porque los estudiantes ya cacharon que en las universidades se enseñan las teorías de los que han diseñado el sistema de las desigualdades. Esos que estudian en USA, se las aprenden al dedillo y luego vuelven armando cátedras y pauteando a gobernantes de turno.

 Los estudiantes saben que el médico estudia para cumplir el sueño de la casa en Vitacura y el auto del año. 

Los estudiantes saben que el abogado aprenderá de memoria los versículos de la biblia portaliana. Los estudiantes saben que el profesor terminará como un frustrado gendarme de buen hablar y que el ingeniero buscará aniquilar ríos y extraer minerales para llenar bolsillos de transnacionales. Los estudiantes intuyen que la universidad, es el alma mater de un satánico Jaguar de hule Chino.

Y quizás Zalaquet( a quien Kramer deja como un bonachón tipo en su última película) tiene razón: Las tomas son focos de jolgorio y lujuria. El regimiento del mal saber convertido en un imperio de niños. Pero no de niños hambrientos buscando comerse unos a otros como en el señor de las moscas.  Sino que niños con ganas de gritar, crear, amar y desobedecer a sus mayores. 

Niños que quieren abolir la gerontocracia, el actual reinado de los viejos. Niños descubriendo que dios es como el viejito pascuero y que la existencia  no es más que un divertido misterio devenido del caos. Niños descubriendo las mentiras de los adultos.

Por eso es que los pingüinos resultan peligrosos, porque  pretenden emprender la revolución cultural, cuestionando el consumo y cobijando a la creación y solidaridad en sus corazones. Los pingüinos saben que los viejos llegaron al mirador de la madurez y optaron por las comodidades del statu quo,  convirtiéndose en melómanos de un casino en ruinas.

 Los pingüinos saben  que la educación chilena, no es más que una guardería neoliberal. Los pingüinos no quieren sostener más el coercitivo peso de la noche.  

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